Dos meses de Consejo General (junio de 1982) 

Reflexiones personales sobre la situación actual de la ONCE.

Con la corta perspectiva de dos meses, puede parecer un tanto prematuro valorar la trayectoria del Consejo General de la ONCE y analizar su pequeña historia. Sí tenemos, en cambio, algunos datos a partir de los cuales podemos reflexionar sobre el cómputo de la actual situación de nuestra Organización.

De las sesiones del Consejo se ha ido dando cuenta cumplida a través de las sucesivas Notas Informativas publicadas. El en­foque en estas líneas ha de ser por lo tanto menos concreto, descriptivo y más global y crítico. Crítico sí, porque a partir de ahora debemos acostumbrarnos a la autocrítica de nuestra ejecutoria pública. No tiene ya sentido defendernos y autojustificarnos por sistema. La Organización del futuro o se justifica por sí misma y la defendemos todos o tiene muy escasas posibilidades de mantenerse cono feudo de unos pocos.

El punto de partida

A las dificultades propias de cualquier proceso de cambio en su fase inicial -es probablemente la frase más tópica de cuantas se utilizan para definir la realidad que nos rodea-, – hay que añadir al menos tres rasgos de la presente situación – que condicionan el «despegue» del Consejo General y que expli­can -no he dicho justifican;- sus azarosos comienzos. A saber:

—El Real Decreto 1041/81 de Reforma Orgánica, un Decreto sacado a presión», trasunto de más de cinco años de con­vulsa gestación; un decreto «salida», con más problemas en los márgenes que soluciones en su articulado, pero, al cabo, el Decreto del desbloqueo. Muchos afiliados vimos en él la posibilidad de un instrumento para conseguir el autogobierno real y la adaptación de la ONCE a las condiciones del último cuarto de siglo en España. Ahora bien, objetiva­mente, el cuadro Orgánico y aún funcional que contiene, está lleno de imprecisiones y lagunas, y hoy» con la perspectiva de casi un año desde su aprobación, somos conscientes de que su potencialidad instrumental, precisa de unas con­diciones o requisitos para hacerse realidad, luego hablaremos de ello.

-Un proceso electoral, -el primero en la historia de la en­tidad- en el que hay reflejado los desgarros internos pro­pios de una larguísima etapa autoritaria y disgregadora, – los conflictos contenidos o disimulados durante demasiado tiempo, los olores lógicos de una casa mal ventilada. Y todo ello, nos ha hecho probablemente perder la perspecti­va institucional, «la visión de Estado» que es condición imprescindible y prioritaria para la continuidad de una institución pequeña y marginal dentro del conjunto de nuestra sociedad.

-Unos resultados electorales objetivamente «malos» valora­dos desde una óptica imparcial de funcionamiento ágil y de gobernabilidad de la ONCE. Este hecho, combinado con la fuerte confrontación electoral, explica como se ha venido repitiendo la dificultad para la elección de la Terna para el nombramiento del Delegado General, por mucho que se hayan realizado todos los esfuerzos imaginables para cumplir es­ta competencia.

No hay humo blanco todavía

Cuando escribo estas líneas todavía no se ha producido el – venturoso «evento» a propósito del cual se concentra el interés -casi diría la obsesión de los afiliados y miembros de la Orga­nización. He utilizado la frase del título, no porque me resulte personalmente descriptiva, sino porque constituye un síntoma de la polarización del Interés de la opinión, y deja traslucir un desenfoque radical del problema con que nos encontramos.

A lo mencionado en el párrafo anterior, habría que agregar en relación con el tema de la elección de la Terna:

-Que se trata de un problema con bases objetivas evidentes, las cuales se han señalado más arriba.

-Que nos encontramos ante una situación enteramente normal y relativamente frecuente en este tipo de órganos representativos.

-Que la salida de la misma no tiene nada que ver con la de un Cónclave y sí por el contrario debe ponerse en relación con una solución global que garantice de manera estable el adecuado funcionamiento del Consejo y la gobernabilidad de la ONCE. Otro tipo de soluciones, por muy bien acogidas que fueran, constituirían parches superficiales de imprevisibles consecuencias a medio plazo para la Organización,

¿Qué hace en consejo?

Sobre esta extendida pregunta coloquial que, no nos engañe­mos, lleva implícita una respuesta, quiero resumir el contenido de las actividades de estos dos meses» no tanto por justificar a este Organo, como por combatir la impresión de que» no se hace nada si no se saca la Terna.

Parto pues de la valoración autocrítica que ya ha hecho el propio Consejo y que incluye los condicionamientos de partida mencionados antes, tanto como los errores más directamente im­putables a sus miembros y responsables.

Unicamente con la finalidad de presentar una panorámica esquemática, la actividad del Consejo en este tiempo puede distribuirse en los siguientes apartados:

-MEDIDAS PARA SU PUESTA EN MARCHA.— En este capítulo hay y que incluir, tanto la elección y acondicionamiento de la Sede como la determinación de los derechos económicos de los Consejeros, el establecimiento de las necesidades ma­teriales y humanas precisas para el adecuado cumplimiento de sus funciones como Organo de gobierno».. Estas necesidades se han plasmado en el Proyecto de Presupuesto Extraordinario del Consejo, actualmente en tramitación y del que dará cuenta exacta una vez aprobado. Finalmente, se han constituido las Comisiones y Ponencias que suponen la estructuración interna básica para el ejercicio de sus competencias. Acciones paralelas se han impulsado en relación con los Consejos Territoriales, cuya puesta en marcha ha presentado lógicas dificultades de ajuste que se van poco a poco superando.

-EJERCICIO NORMAL DE LAS FUNCIONES RECOGIDAS EN EL ART. 4.4 DEL REAL DECRETO DE REFORMA.— Durante este tiempo el Consejo ha cumplido con las competencias que el Decreto marca: las de carácter económico, las que afectan a nombramientos y ceses de directivos, las relativas a problemas disciplinarios, las de carácter representativo, etc. Todo ello dentro de las limitaciones de toda etapa inicial y en un clima complicado y poco cómodo en base a las causas antes apuntadas así como la sensación de estar urgidos por el tema de la Terna.

—INTENTO DE ACUERDO ENTRE LOS GRUPOS.-Un buen porcentaje de la actividad desplegada se ha consumido en una labor de diálogo, negociación y acercamiento de posiciones tara – conseguir la consolidación del Consejo y una base de equilibrio para su efectivo trabajo.

El objetivo que se acaba de mencionar no se ha logrado todavía. !Ojalá al igual que la Terna sea una realidad cuando estas»» notas aparezcan en el Boletín! Tal vez por ello no haya sido posible elaborar un calendario de prioridades que ordene el traba­jo del Consejo y ofrezca a todos un marco objetivo en el que so­segar las lógicas impaciencias» Porque, hay que decir, que desde el Consejo percibimos la esperanza y los deseos de cambio de mu­chos afiliados. Intentaremos con la transparencia y con nuestro trabajo que ese elemento positivo no se trueque en desencanto por razón de esa compleja variable que es el tiempo psicológico. Francamente la comparación objetiva con otro tipo de Instituciones y situaciones similares, puede permitir una valoración racional de los cambios y de los plazos.

Bases para un entendimiento Institucional

Todo lo anterior apunta hacia una necesidad evidente, al menos desde mi perspectiva: el entendimiento entre todos los gru­pos presentes en el Consejo. ! Otra vez el Consenso! pero debe ser sin detrimento de las posiciones programáticas, sin confun­dirlo todo, pero profundizando las convergencias, buscando «las razones de la unidad»‘» Y ello es costoso para todos; especialmente después de haber empleado en los últimos tiempos un buen cúmulo de energías en señalar diferencias realmente existentes.

Intentaré resumir muy brevemente, las razones, las bases y el contenido de dicho entendimiento.

Entre las razones que dan consistencia a un acuerdo semejante, hay que recordar:

— La ONCE es una institución que agrupa a un colectivo de personas marginadas y que, como tal, precisa de unos planteamientos unitarios hacia el exterior, si es que se quiere garantizar una defensa eficaz de los intereses de los afectados.

– El periodo constituyente que vivimos a partir de la Constitución del Consejo General hace especialmente necesario el acuerdo de la gran mayoría de los afiliados, puesto que las normas básicas de desarrollo del Real Decreto de reforma exige»» para su estabilidad, de un apoyo tan mayoritario como sea posible.

No sirve de mucho hablar en abstracto de la conveniencia de un acuerdo institucional, en parte porque, en abstracto, cabe suscitar una adhesión tan generalizada como ficticia, de escasa utilidad en la práctica a la hora de resolver los problemas concretos. Por ello, y porque estas líneas pretenden ser «palabras operativas», apunto a continuación lo que yo considero que podrían ser las bases de ese acuerdo entorno a un proyecto de ONCE compartido y viable.

–    Predominio de los intereses institucionales sobre los – programáticos. Es verdad que, precisamente porque estamos en una fase de re planteamiento, cada sector preten­de hacer prevalecer sus ideas, pero no es menos cierto que sin consolidar una ONCE democrática y autónoma, no se ve cómo esas ideas y planteamientos programáticos puedan tener en la práctica repercusión sustancial»

–    Aceptación sin reservas de los resultados electorales y de las consecuencias que de ellos se deriven. La confrontación en los procesos electorales de las ideas de los diferentes grupos, confrontación legítima y enriquecedora para la entidad- debe terminar en el mismo mo­mento en que se constituye el Organo representativo de los afiliados, momento a partir del cual, el reforzamiento de este Organo debe ser objetivo prioritario y esen­cial para todos, sin merma de la coherencia de cada grupo respecto de sus ideas, y con expresa renuncia a cualquier acción exterior que, eventualmente, pudiera reforzar su posición y su fuerza interna. Sin este requisito básico, el funcionamiento de la Organización se convier­te en un espectáculo patético, triste y a la larga suicida, por detentar parcelas de poder.

–    La utilización en los cargos directivos de cuantas personas valiosas tengamos entre nosotros, con independencia de sus ideas y siempre que acepten sinceramente los dos principios anteriores. Cuando se trata de servir un interés común como es el de la modernización de la ONCE y la mejora de los servicios para los afiliados, no podemos desperdiciar en ningún caso las energías de que podamos disponer.

¿Cuál podría ser el contenido del acuerdo Institucional – que se preconiza?

A riesgo de que pueda parecer poco preciso, considero que el núcleo en torno al cual esto haría posible la unidad, viene dado por dos objetivos esenciales para el momento actual:

 Afianzamiento del autogobierno dentro de la nueva estructura que el Real Decreto 1041/81 pone en marcha. Dicho autogobierno aparece en las actúales circunstancias político-existenciales del país como una me­ta irrenunciable para la gran mayoría de los ciegos españoles. Por otra parte, y paralelamente con el principio anterior, debe ser prioritaria la consolidación de la autonomía de la ONCE respecto del Estado. Esta autonomía tiene un sentido particularmente trascendente en el contexto social y administrativo de nues­tro país y constituye un elemento positivo con independencia de la orientación dominante en el Consejo General.

-LA ADAPTACION DE LA ONCE AL ACTUAL MOMENTO HISTORICO. Es­te objetivo, probablemente expresado de una forma genéri­ca, representa en cambio la síntesis de un reto que los afiliados conscientes no podemos eludir. Aún más, esa adaptación ha de ser concensuada si se quiere que sea irreversible.

Hemos oído con una reiteración que en ocasiones produce empalago, reiteradas apelaciones al sentido de responsabilidad y al interés general. Estamos justamente en el momento más crucial para medir la sinceridad y el alcance de tales declaraciones.

Eludo de manera sistemática, cualquier juicio de valor sobre grupos o personas. Es el momento de hacer un llamamiento positivo apelando a la responsabilidad, a la creatividad y a la unidad de los ciegos españoles. Espero que así se entienda.

Madrid, 24 de Junio de 1982