La ONCE democrática (octubre de 1982)

Una difícil, pero apasionante experiencia.

Por Antonio Vicente mosquete.

La Organización Nacional de Ciegos, la ONCE, representa en sí un fenómeno polémico y controvertido sobre el que resulta arriesgado pronunciarse -especialmente en letra impresa -porque de inmediato se suscitan tomas de posición de los electores, a veces más en el plano vital que en el de las ideas.

Lo cierto es que unos estamos demasiado cerca para analizar objetivamente nuestra realidad y desprendernos de la carga subjetiva que suponen nuestras implicaciones personales, y otros se hallan demasiado lejos para comprender un hecho institucional un tanto atípico, sobre todo para el observador que no acierta a romper la barrera del tópico y el convencionalismo, por desgracia tan tupida, en este área de las marginaciones.

Al preparar estas líneas en un momento en el que vivo intensamente la realidad de la organización, intentaré conseguir -al menos mientras escriba -un cierto distanciamiento brechtiano de la realidad con el fin de no distorsionarla en exceso. Va a ser difícil que lo consiga, pero por lo menos ya está el lector advertido.

La ONCE de ayer.

No podía extenderme aquí, por razones obvias, sobre los orígenes de la organización en plena guerra civil y su vinculación formal con el régimen que la creaba. Mencionaré únicamente como marco de referencia, los rasgos fundamentales de la ONCE.

-Se trataba de una organización nacional coherente con las ideas centralizadoras y uniformadoras del régimen, que venía a reunir las anteriores dispersas asociaciones de ciegos en una única institución.

-Además del muy escaso patrimonio con que pudieran contar las asociaciones fusionadas, se la dotaba de un instrumento de financiación de un valor, entonces imprevisible, como era la explotación de una lotería específica a nivel nacional: el cupón pro-ciegos.

-Se creaba bajo el signo del autogobierno de los propios ciegos, novedad sin duda relacionada con la activa participación de un grupo de deficientes visuales que supieron hábilmente llevar el «agua a su molino» en aquel río desde luego revuelto del Burgos de 1938. Ahora bien, ese autogobierno, se entendía dentro de una estructura jerárquica y vertical, reflejo del régimen anterior, y por lo tanto en su acepción autoritaria y formal. Efectivamente los ciegos dirigentes eran nombrados por el gobierno y lógicamente, esta designación, con la limitación de tener que realizarse entre personas ciegas, obedecía a criterios, intereses e ideas escasamente representativos de las del colectivo de los deficientes visuales.

El sentido de solidaridad y participación de los ciegos españoles, el éxito indudablemente inesperado del cupón pro-ciegos, son otros tantos factores que explican la consolidación y operatividad de una institución que, en su punto de partida, no disponía de bases precisamente muy sólidas, el Estado había entregado a los ciegos, tal vez sin proponérselo, un instrumento institucional que permitía:

-La solución económica y ocupacional para la gran mayoría de los ciegos españoles. Este hecho, que ha supuesto un alto nivel de su empleo para los deficientes visuales -sobre todo si lo juzgamos desde la perspectiva de 1982 -ha contribuido a hacer miembros activos a muchos ciegos que en otros países de nuestra área cultural hubieran visto resuelto su problema mediante una pensión.

-Un medio de financiación de las actividades dela ONCEque permitió la puesta en marcha de servicios para deficientes visuales en un volumen superior a que probablemente se hubiera logrado caso de depender directamente de la política general de minusválidos llevada a cabo por el Estado.

-Disponer de una institución sólida, capaz potencialmente de una autonomía real y de una actuación reivindicativa eficaz.

-Hay que decir que este último rasgo lo ha tenido durante mucho tiempo repercusión práctica alguna. Hay que decir, asimismo, que la solidez supuso a lo largo de muchos años, escasa creatividad y capacidad autocrítica, falta de estímulos para la institución y para los afiliados a la hora de buscar nuevos caminos profesionales y vías reales de integración. Hay que decir, finalmente, que este esquema de seguridad les ha perjudicado, en ocasiones, las posibilidades de verdadera integración de los ciegos en la sociedad.

Notas para un balance de urgencia.

Para terminar estas consideraciones en torno a la historia de la organización nacional de ciegos, resumo a continuación algunos juicios que, desde nuestra perspectiva crítica actual, pueden hacerse respecto a esta original experiencia institucional:

1º.-La ONCEcomo instrumento institucional y el ejercicio de las ventas del cupón pro -ciegos como solución mayoritaria del problema económico y ocupacional de los deficientes visuales en España, han venido a sustituir otras modalidades de ayuda y compensación -pensiones, fuertes exenciones fiscales -que la mayor parte de los países el Estado concede a los ciegos.

2º. -Con los recursos de la organización se ha cubierto a lo largo de casi 40 años la atención especializada a los deficientes visuales que, como resulta obvio, constituye una responsabilidad pública. Y se ha hecho, al menos desde un punto de vista cuantitativo, con suficiencia en relación con la cobertura de otros colectivos de problemática similar.

3º.- El ámbito racional de la organización, así como la concreción de los problemas que había de abordar, le han permitido unos niveles de operatividad, que es preciso valorar, máxime si se comparan con iniciativas al nuestro.

Por el contrario, algunos aspectos negativos, derivados de la propia estructura y fórmula institucionales, se han señalado en relación con esta etapa:

1.- La especificidad y concreción de nuestra realidad provocó, en muchos casos, la falta de sensibilidad hacia las nuevas orientaciones en materia de servicios para deficientes visuales y, por consiguiente, el estancamiento de la línea asistencial dela ONCE.

2.- En ningún momento en el pasado existe una voluntad institucional de reivindicar ante la administración la solución global de nuestros problemas. Ello por razones obvias derivadas de la propia vinculación y supeditación dela ONCEa las autoridades ministeriales.

3.- En general la imagen de «problema resuelto» que se daba hacia fuera y hacia adentro, dificultaba cualquier solución institucional, el ejercicio de una sana autocrítica, la reorientación de los servicios, el replanteamiento de las soluciones, etc.

La ONCEde hoy.

Tan sólida resultaba la estructura anterior, que, el cambio, entre nosotros, ha resultado si cabe más lento y difícil que en el conjunto del país. A pesar de la evidencia de su necesidad tanto desde la perspectiva del nuevo sistema político que se instauraba en 1976 como por las exigencias de grupos de afiliados más dinámicos, el caso es que fueron precisos cinco años largos de luchas y negociaciones para que, a mediados de 1981, se publicará el real decreto 1041 de 22 de mayo sobre la reforma orgánica dela OrganizaciónNacionalde Ciegos.

De este real decreto se dijo en su momento, y hoy podemos repetirlo ya más como experiencia que como presentimiento que se trata de un instrumento para desbloquear la situación y dar paso a un replanteamiento global dela ONCEnada más, pero también nada menos.

La sinuosidad del proceso anterior, la falta de criterios suficientemente sólidos en las partes negociadoras, produjeron una norma con la que se pone en marcha la estructura francamente compleja y que no será muy fácil hacer funcionar: en ella un consejo de protectorado, con mayoría de miembros de la administración, ejerce tales funciones en el terreno normativo y económico que desde luego rebasan las competencias genéricas de supervisión y alta inspección que corresponden a un órgano de estas características. Por el contrario, un Consejo General totalmente representativo, y al que se define como órgano de gobierno de la ONCE, ve recortadas sus facultades como tal por la interferencia del Consejo de protectorado, mientras, tal vez por una extraña ley de la compensación, sus funciones pueden interferir en alguna medida las propias de la dirección ejecutiva o delegación general. Completan el cuadro los consejos territoriales, a mitad de camino entre el anhelo participativo de los afiliados y el miedo descentralizador de la administración.

Las anteriores características, no modifican el hecho de que la mayor parte de los afiliados hayamos visto en el decreto un instrumento para romper la rigidez de la estructura anterior. Ahora bien las dificultades objetivas, van a ser importantes. Porque, a la complejidad de la norma, hay que añadir otros factores a los que a continuación me refiero.

Las primeras elecciones democráticas enla ONCE.

Tuvieron lugar el 19 de enero 1982 y, muy sintéticamente, de las mismas puede decirse:

1.- Que además de su significado histórico positivo, en un medio tan intensamente participativo como el de los ciegos españoles y su institución, al final de una larga etapa en la que los problemas y las críticas se habían ido acumulando, después de un dilatado proceso en que se habían enfrentado la voluntad de cambio de muchos afiliados y la resistencia de las estructuras, estas primeras elecciones han supuesto una confrontación excesivamente fuerte de posiciones.

2.- Este tipo de confrontaciones implica, en los primeros momentos, un debilitamiento ostensible de la perspectiva institucional y unitaria, perspectiva que ahora tratamos de reconstruir trabajosamente.

3.- La constitución de un Consejo General sin mayorías absolutas y con evidentes dificultades para conseguir este objetivo, fundamental en el funcionamiento de una estructura democrática, media entre acuerdos estables.

Por otro lado, las esperanzas que muchos afiliados habían depositado en estas elecciones, constituyen una baza positiva, pero susceptible de trocarse en desencanto, si los cambios esperados no llegan con la deseada rapidez. El nivel de participación en las elecciones, aproximadamente un 47% del total de afiliados resulta significativamente alto si tenemos en cuenta la estructura del colectivo integrado en su mayoría por pensionistas y afiliados sin otra vinculación ala ONCEque la de un carnet.

En relación con lo anterior, podemos deducir que participó en las elecciones, a pesar de la dispersión de la ubicación, la abrumadora mayoría de los afiliados que trabajan en la organización como vendedores, como empleados, que lo hacen fuera de la misma, o que se encuentran vinculados a ella como becarios. Este hecho nos pone en la pista de uno de los rasgos más diferenciadores de la situación de nuestra organización: en torno a un 40% de los afiliados, y constituyendo desde luego el grupo más activo de los mismos, depende directamente en su seguridad económica y su actividad laboral, dela ONCE. Deahí que la participación se intensifique hasta niveles no habituales en otro tipo de instituciones similares, y los conflictos de intereses hagan su aparición tácita o expresa por encima de las ideas.

Las anteriores consideraciones, no modifican ni un ápice nuestra voluntad de seguir trabajando por un replanteamiento y adaptación dela ONCEa las circunstancias actuales. Señalar los problemas y las dificultades, no significa ceder ante ellos, sino por el contrario, nos pone en el camino de afrontarlos, una vez que los hemos identificado.

La ONCEde mañana.

Y tras este período complejo, en razón de las propias circunstancias objetivas que lo rodean, nos anima la perspectiva de un avance posible, adaptado a la realidad de nuestro tiempo, pública en cuanto a la orientación de sus servicios, aunque gestionada por los propios afectados sin trabas ni obstaculizaciones excesivas de la administración, moderna y eficaz en la concepción de sus prestaciones y abierta plenamente a la colaboración en este ámbito con el resto de las administraciones públicas, reivindicativa de los derechos individuales y colectivos de los deficientes visuales en España, desde una autonomía fuerte y renovada, abiertamente integradora de sus objetivos, tanto en sus comportamientos institucionales, como en el apoyo a cada deficiente visual para que sea un ciudadano más capaz de una inserción social efectiva y no puramente teórica, sin dependencias, sin miedos…

Es esa perspectiva, dela ONCEposible en el futuro, superada de asociacionismos testimoniales y servicios más o menos burocratizados, la que nos anima en esta etapa difícil. Una cosa está clara, desde la perspectiva en que escribo: la fórmula institucional que dibujamos y que consideramos como más idónea para lograr las actuales circunstancias políticas, económicas y sociales de nuestro país, en ningún caso puede significar la consolidación cerrada y acrítica, sino la afirmación de una voluntad constante de perfeccionamiento, apertura y adaptación a la realidad.

Madrid, octubre de 1982.

Firmado Antonio Vicente mosquete.