La integración laboral de los deficientes visuales (mayo de 1984)

SEMINARIO SOBRE «CONDICIONES PARA LA INTEGRACION DE LAS PERSONAS DISMINUIDAS EN EL SISTEMA EDUCATIVO»

ANTONIO VICENTE MOSQUETE

PRESIDENTE DEL CONSEJO GENERAL DE LA ORGANIZACION NACIONAL DE CIEGOS ESPAÑOLES

LA INTEGRACION LABORAL DE LOS DEFICIENTES VISUALES

NOTA PREVIA.

A lo largo de la breve exposición que sigue, a diferencia de lo que, lógicamente, viene siendo la tónica de este Seminario, me situaré en la perspectiva de «final de trayecto» que supone la integración laboral para un minusválido. Desde ese ángulo puede que aparezcan algunas alusiones al sistema educativo, pero siempre tendrán un carácter marginal e indirecto.

En una civilización de la actividad -como marcada­mente lo es la Occidental, especialmente a partir del Renaci­miento- el trabajo se constituye como el elemento decisivo que define el status personal dentro de la comunidad y en torno al cual se articulan los diferentes niveles de inserción del individuo, así como una parte importante de las relaciones interprofesionales que establece.

La versión industrializada de nuestra cultura en los últimos dos siglos ha venido a añadir al trabajo ingredien­tes como la competitividad, la mecanización, etc., enteramente cuestionables y cuyas contradicciones se perciben con mayor nitidez desde la posición de los minusválidos. Sin embargo, hoy por hoy, para la inmensa mayoría de los discapacitados, únicamente tiene sentido situarse «contra el sistema» o «fuera del sistema» cuando se ha conseguido previamente participar y ser miembro activo del sistema -ser igual al resto de los ciudadanos con arreglo al patrón que impone su elemento más consustancial: el patrón trabajo. Todo lo demás -perdóneseme el tono excesivamente categórico- son teorías o excepciones.

Conviene, pues, recordar a los responsables políti­cos de la planificación de los servicios para minusválidos, a los educadores y, en general, a los profesionales que trabajan en este Area, a los padres de deficientes e, incluso, a muchos afectados, que todas las acciones, planes y programas de atención a minusválidos, que no se orienten prioritariamente a la consecución de un nivel de integración laboral de acuerdo con las características de cada discapacidad, no pasarán de ser ejercicios académicos, frivolidades peligrosas, en fin, «segre­gación ilustrada». Al margen de esto, eso sí, intentaremos entre todos modificar esta realidad gris, sórdida, escasamente creativa, en la que nos debatimos atenazados por el trabajo alienante y rutinario que, no sólo constituye un elemento fundamental del sistema productivo, sino que se ha convertido en el factor definidor del status social del poder político y económico, que es ya una forma de «dependencia» del hombre actual.

I.- PROBLEMATICA ESPECIFICA DE LA INTEGRACION LABORAL DE LOS DEFICIENTES VISUALES.

El conjunto de circunstancias que comporta la deficiencia visual, en particular las repercusiones que las características propias de esta discapacidad que se proyectan sobre la problemática de la integración laboral de los deficientes visuales, permiten y aconsejan definir algunos rasgos diferenciales que configuran la problemática específica de este colectivo en el área de su actividad profesional. Dicha problemática diferencial puede resumirse en torno a dos apartados: peculiaridades de la problemática profesional y laboral de los deficientes visuales y prerrequisitos de una política efectiva de promoción profesional y empleo de este colectivo.

1. – Peculiaridades de la problemática de los deficientes visuales frente a la integración laboral. La deficiencia visual total o severa, agrandada o minimizada por el entorno social en función del desconocimiento o la familia­ridad que se tenga con el problema, supone, en cualquier caso» una limitación grave de las posibilidades de la persona para un desarrollo normal y en pie de igualdad con el resto de los ciudadanos. En el terreno de la actividad profesional, es posible señalar algunos rasgos que delimitan esta problemática, en relación con la de otros colectivos de minusválidos:

En primer lugar, las opciones profesionales existentes en nuestro sistema productivo para los ciegos totales o que tienen un resto visual irrelevante, desde el punto de vista educativo o laboral, son numéricamente más reducidas que aquellas a las que tienen acceso otro tipo de minusválidos. Esto no quiere decir que no existan muchos puestos de trabajo -algunos expertos en ergonomía han identifi­cado trescientos, otros, seiscientos- susceptibles de ser desempeñados en determinadas circunstancias y por individuos concretos afectados de deficiencia visual. Casi todo es posible, salvo, claro está, el tiro al plato, por poner un ejemplo, y algunas otras profesiones, no muchas, abiertamente incompatibles con las capacidades residuales de los deficientes visuales. Así, pues, tanto los poderes públicos, como los empleadores, como los propios ciegos, hemos de mantener una actitud positiva y abierta frente a cualquier posibilidad que en este terreno se presente, sin añadir, en ningún caso, limitaciones a priori, a las que, de manera inexorable y objetiva, impone al ciego la propia realidad.

Ahora bien, en términos operativos, actuando sobre niveles medios en cuanto a condiciones del mercado y capacida­des de los deficientes visuales, el número de profesiones compatibles con las capacidades residuales de los deficientes visuales y a las que presumiblemente puede acceder de manera potencial un número significativo de personas pertenecientes a este grupo, es claramente reducido y cualquier planteamiento institucional que no reconozca este hecho no pasará de ser una banalización del problema e incurrir en una imperdonable superficialidad y desinformación.

–   Nivel alto de productividad: Por el contrario, parece probado que los deficientes visuales cuando desarrollan una actividad profesional en un campo que les es propicio y adecuado, alcanzan un grado de productividad superior a la media del trabajador normal o afectado de otra minusvalía. Este hecho se explica, además de por la motivación adicional de todo trabajador minusválido, por la específica idoneidad de determi­nadas profesiones a las que los ciegos han accedido con sus propias características.

–   Por otro lado, en relación con otros grupos de minusválidos, no suelen presentar cuadros clínicos complejos que produzcan enfermedades intercurrentes y repercutan en un nivel mayor de absentismo.

–   Por último, un inconveniente objetivo, que limita las oportunidades reales de mantenimiento de un puesto de trabajo por parte de un deficiente visual, es la dificultad para adaptarse a la realización de funciones complementarias, no directamente exigidas por el puesto de trabajo que desempe­ña, así como la problemática que para este tipo de trabajadores comporta el proceso de reconversión tecnológica, que parece ser el signo del sistema productivo en los momentos actuales.

En definitiva, unas peculiaridades favorables o desfavorables que es preciso identificar con nitidez para programar una política de empleo de deficientes visuales eficaz.

2.- Prerrequisitos para una política de empleo para los deficientes visuales.

a)     El contenido de la educación especial de deficientes visuales, con independencia de que se realice en centros ordinarios o no, debe incorporar elementos inherentes a la capacitación profesional y ulterior posibilidad de integra­ción socio-laboral. En efecto, junto a la adquisición de técnicas instrumentales específicas, el logro del mayor nivel de independencia y autonomía para la realización de las actividades de la vida diaria, los desplazamientos, etc., la educación especial de deficientes visuales ha de tener en cuenta el reforzamiento de las actividades que, de manera más directa, van a influir en la posibilidad misma de la integra­ción laboral, a saber: dominio de las técnicas instrumentales para la comunicación con los videntes, conocimiento de idiomas, adquisición de hábitos de relación social, presentación, manejo y aprovechamiento de los instrumentos técnicos y auxiliares que permiten un desenvolvimiento más autónomo de los ciegos…

b)   Orientación profesional temprana: A la vista de las capacidades específicas de cada individuo, debe tenderse a realizar una orientación profesional lo más temprana posible, de manera que en el propio curriculum escolar pueda acentuarse la adquisición de destrezas o conocimientos que se relacionen con la profesión a que presumiblemente vaya a orientarse al alumno deficiente visual, ello, con los márgenes de error que esta estrategia de anticipación puede comportar y, a salvo siempre, de la libertad de elección individual, puede consti­tuir una medida normalmente útil para el objetivo que nos proponemos.

c)   Capacitación superior a la media del profesional homólogo, en las fases iniciales: las estructuras formativas que se dispongan para la capacitación profesional de los deficientes visuales, al igual que del resto de los minusváli­dos, deben tender, sobre todo en la fase de apertura del nuevo camino profesional, a dotar a los deficientes visuales de una capacitación superior a la media del profesional homólogo, de manera que se garantice un rendimiento igualmente alto que contribuya a eliminar las barreras subjetivas y los inconve­nientes objetivos que se señalaron en apartados anteriores y, en general, se remuevan los obstáculos que se oponen o dificultan la integración laboral de los deficientes visuales en un determinado ámbito profesional.

d)   Una importante garantía adicional para asegurar el éxito profesional de los deficientes visuales es la plena utilización de los medios tecnológicos modernos que favorecen la autonomía de los deficientes visuales, así como el estudio de la adaptación ergonómica del puesto de trabajo a las características de este tipo de minusválidos. Uno de los elementos más indiscutibles de una política pública de promo­ción de empleo de minusválidos es la financiación de este tipo de estrategias de apoyo tecnológico y ergonómico.

e) Elementos de una política pública de incentivos al empleo de minusválidos: Partiendo del principio de que no hay integración real sin incorporación laboral y de que ésta es un factor positivo, desde el punto de vista económico, el Estado debe poner en marcha los mecanismos legales adecuados que favorezcan la inserción laboral de los minusválidos y rompan la inercia de una sociedad segregadora, llena de prejuicios injustificados respecto a la capacidad de los minusválidos. No es éste el lugar donde realizar un catálogo de los incentivos y estrategias que se utilizan en los distintos países y que van desde la reserva de un determinado porcentaje de puestos de trabajo para minusválidos, reservas específicas a favor de determinados grupos de discapacitados, exenciones de la cuota empresarial a la Seguridad Social, subvenciones para la adaptación de puestos de trabajo, préstamos para el establecimiento autónomo de los trabajadores minusválidos… En síntesis, puede decirse que las fórmulas son tan diversas como escasamente respetadas y que, por lo que se refiere a nuestro país, los mecanismos legales existentes son prácticamente inútiles y encierran, en buena medida, una cierta dosis de hipocresía y demagogia colectivas.

II.- SISTEMAS DE TRABAJO PARA DEFICIENTES VISUALES.

Cualquier intento de presentación esquemática com­porta un cierto grado de simplificación de realidades complejas y heterogéneas. No obstante, parece aconsejable, aun conociendo ese riesgo, ofrecer una panorámica sintética de las distintas modalidades o sistemas de trabajo para deficientes visuales que podemos encontrar en los diferentes países del mundo. Antes de entrar en esa cuestión, un análisis global y somero nos impone una constatación elemental: el sistema de trabajo determina y, en cierto modo, define el conjunto de la situación de los deficientes visuales en cada país.

Por otro lado, la opción que en este terreno se realiza se halla íntimamente ligada a condicionamientos genera­les del sistema económico y político dominante en cada caso.

Dos son los grandes modelos en que puede repartirse la heterogeneidad de situaciones con que nos encontramos: el modelo del pleno empleo potencial (tendente a garantizar un puesto de trabajo a todos los deficientes visuales de acuerdo con su capacidad residual, más habitual en las economías planificadas) y el modelo «subsidialista» (que prevé una serie de beneficios económicos tendentes a permitir la suficiencia e independencia de los ciegos, sin que para ello sea preciso trabajar, y que se complementa mediante el apoyo para la incorporación de trabajadores ciegos a puestos de trabajo rentables, de acuerdo con las exigencias del sistema productivo capitalista).

Aun reiterando la advertencia de la simplificación en que se incurre con planteamientos como el anterior, no cabe duda que puede constituir un buen instrumento para el análisis de la situación de los ciegos desde una perspectiva general. He aquí, a continuación, resumidas, algunas de las notas que definen cada uno de los modelos apuntados:

1.- Modelo de pleno empleo potencial.- Se parte del carácter prioritario que tiene el desempeño de un puesto de trabajo con independencia de su rentabilidad o no, y de su necesidad, en sentido estricto, dentro del sistema productivo. Se suele materializar en una amplia red de cooperativas y centros de producción en los que se exige la presencia mayoritaria de los deficientes visuales, se complementa su trabajo con la aportación imprescindible de trabajadores sin deficiencia alguna, se modula la introducción de nueva tecnología para evitar perjuicios que podrían producirse sobre el criterio fundamental del pleno empleo, en fin, se establecen normalmente circuitos complementarios de trabajo a domicilio para aquellos deficientes visuales con otros problemas adicio­nales .

Como se dijo más arriba, el contexto en que suelen darse este tipo de modelos es el de la economía planificada, lo que permite la atribución de una determinada fase de la producción a este tipo de cooperativas y, en definitiva, hace posible su viabilidad económica. Por citar un caso que he conocido recientemente, en Polonia, con una población total equivalente a la española, nueve mil ciegos trabajan en cooperativas y centros de producción como los que se han descrito. A pesar del elemento viabilizador que supone el propio contexto económico y político, es indudable que este tipo de modelo exige un gran esfuerzo de imaginación y de laboriosidad que hay que elogiar sin ningún género de reservas.

Con este modelo suelen coincidir la existencia de organizaciones unidas y fuertes de los ciegos, así como una cobertura bastante amplia de servicios especializados para su atención.

2.- El modelo subsidialista.- Todavía con un grado mayor de heterogeneidad que en el caso anterior, es posible identificar el modelo subsidialista, predominante en los países Occidentales y, en general, de economía capitalista desarrollada que, como consecuencia del establecimiento de compensaciones a los mutilados de guerra, el incremento de la cobertura de la invalidez profesional por los diversos sistemas de Seguridad Social y la paulatina implanta­ción de sistemas compensatorios a los minusválidos severos, particularmente a los ciegos, en función exclusivamente de los gastos derivados de la propia deficiencia, cualquiera que sea su origen, se ha ido configurando un sistema de subsidios que, indirectamente, desincentiva el empleo de los deficientes visuales y hace que la gran mayoría de ellos pertenezcan a las clases pasivas.

El ejemplo más extremado de este modelo podemos encontrarlo en Francia, país en el que los deficientes visuales graves reciben subsidios económicos acumulables, que suponen niveles de ingresos superiores a los salarios habituales en las profesiones convencionalmente más propicias para los ciegos.

Se trata de un modelo en el que el Estado pone el acento en la protección individualizada, en el que suele coexistir una gran variedad de asociaciones con fines diversos y en el que, merced a un sistema efectivo de apoyo al empleo cualificado, un número, no mayoritario pero importante de ciegos, se han incorporado al mercado de trabajo ordinario en profesiones especialmente compatibles con la deficiencia vi­sual: fisioterapeuta, telefonista, profesores en centros de nivel medio, programadores, …

3.- El caso español.- Sobre las experiencias dispersas en la década de los 30 y aprovechando los vientos uniformizadores del régimen que se implantó en España tras de la Guerra Civil, se concibió la idea de la Organización Nacional de Ciegos y de su peculiar instrumento de financiación institucional: el Cupón Pro-Ciegos. Andando el tiempo, en los años de la transición, de nuevo la dinámica combativa de los propios ciegos, ha puesto en marcha un proceso de transforma­ción de la O.N.C.E. que, tras la democratización de sus estructuras, con el mantenimiento de sus rasgos esenciales (unidad, autogobierno, autosuficiencia económica, autonomía) parece haberse consolidado un modelo original y hasta cierto punto sincrético de los que se apuntaron más arriba.

Sincrético y arriesgado, porque reúne las notas de pleno empleo potencial, autosuficiencia económica, etc., que hemos visto en los países de economía planificada, junto con las inherentes a los sistemas democráticos y pluralistas (mercado competitivo, funcionamiento democrático efectivo…). La operación no resultó sencilla, ni está exenta de peligros, pero en cualquier caso constituye un proyecto apasionante.

La situación profesional de los ciegos españoles, puede resumirse de la siguiente forma:

a) Cupón Pro-Ciegos.- Ejercen en la actualidad esta actividad 9.500 deficientes visuales afiliados a la Organiza­ción y cerca de 3.000 minusválidos no deficientes visuales. En la medida en que proporciona una ocasión para el ejercicio de la actividad laboral a la gran mayoría de los deficientes visuales, que en otros países de nuestra Area Cultural pertenecen a los grupos de pensionistas, constituyen un elemento indudablemente positivo desde una perspectiva puramen­te integradora.

Por otro lado, la independencia económica, como base para la autonomía personal y el desarrollo de la vida social en términos de una mayor igualdad de oportunidades, es un factor que no hay que menospreciar y que viene a cubrir la desprotección existente en nuestro país para los minusválidos en forma de subsidios, desgravaciones fiscales, servicios especializados, si se compara nuestra situación con la de esos países. Por otro lado, la discusión sobre el carácter producti­vo de una actividad como la venta de una lotería -discusión que en otro tiempo podía tener algún sentido- ha perdido en el momento presente toda su virtualidad, dado que un buen número de los puestos de trabajo que se intentan crear y mantener a duras penas, carecen en absoluto de toda capacidad de pro­ducción de riqueza y una adecuada modernización de la tecnolo­gía o de la organización del trabajo, podría fácilmente suprimirlos, cosa que en la actualidad, ni de lejos se plantea.

Además de esta función en el plano individual, los beneficios de la venta del Cupón Pro-Ciegos, permiten el funcionamiento autónomo y autosuficiente de la Organización y la financiación de un volumen de servicios especializados que se sitúa en niveles muy aceptables en comparación con los que reciben los ciegos en otros países más desarrollados económica­mente que el nuestro y con mucha mayor tradición asistencial.

b) Otras profesiones ejercidas por los ciegos en España.- Además de los 700 deficientes visuales que desarrollan su actividad profesional dentro de la Organización, en puestos técnicos, administrativos, como profesores o responsables de los servicios especializados para ciegos (Colegios, Imprentas, Bibliotecas), se han logrado determinados niveles de incorpora­ción de deficientes visuales a empresas ajenas a la Organiza­ción en el mercado de trabajo ordinario: 70 fisioterapeutas, 180 telefonistas, y cifras mucho más reducidas en determinadas profesiones como la docencia en Institutos de Bachillerato, algunos puestos de la Administración, Programadores de Ordena­dores, Afinadores-Reparadores de Pianos, etc.

Las cifras que nuestro país presenta en lo relativo a la integración laboral en el mercado de trabajo ordinario fuera de la Institución, son claramente bajas. Ello se debe, entre otras razones, al efecto desincentivador que supone la posibilidad de ejercer una actividad económicamente bien remunerada y que no exige capacitación o especialización costosa, así como el fenómeno, que a veces he denominado «distensión institucional», en la lucha siempre difícil por la apertura de nuevos caminos profesionales para los ciegos.

Nos hallamos empeñados en un intento por compatibilizar el carácter positivo del Cupón Pro-Ciegos, en cuanto limita el número de deficientes visuales pasivos, con un verdadero impulso a la incorporación laboral, a trabajos en el mercado ordinario hasta los niveles normales en países occidentales. Para ello se están poniendo en marcha todos los mecanis­mos internos de formación y capacitación y esperamos contar con la colaboración de los poderes públicos en la definición de una política activa en favor del empleo, especialmente en el Sector Público.

CONCLUSIONES FINALES.

De lo anterior -y de lo que podemos deducir de la información disponible, tanto a través de constataciones directas, como por informaciones documentales- es posible apuntar las siguientes conclusiones:

1ª.- En términos generales, los deficientes visuales han tenido la virtud de aprovechar al máximo las potencialidades de cada Sistema económico y político y, a través de estructuras solidarias y combativas, han logrado situaciones favorables dentro del conjunto de los minusválidos en los diversos países.

2ª.- La solución de la integración laboral de los deficientes visuales constituye el elemento clave para determi­nar el conjunto de la situación institucional e individual de este colectivo en las diferentes regiones del mundo.

.- Una política de promoción profesional y empleo de los deficientes visuales, eficaz y operativa, debe al menos reunir los tres elementos siguientes: disponibilidad de una ocupación masiva que evite la pasividad y el pensionado entre los deficientes visuales; aprovechamiento cabal de las poten­cialidades intelectuales de los deficientes visuales, con vistas a su capacitación de cara a la integración profesional en el mercado ordinario, especialmente en profesiones particu­larmente compatibles con su capacidad residual; establecimiento de una política de incentivos públicos al empleo de deficientes visuales que contrarreste las barreras psicológicas y objetivas que, injustificadamente, dificultan la integración laboral de estas personas.

Tres principios tan simples como claros. Pero, si se me permite terminar con una afirmación drástica, derivada de mi experiencia personal tanto como de mi responsabilidad institucional, diré que todos los planteamientos que no tengan en cuenta esta dimensión de la problemática de los deficientes visuales -como de la de los demás minusválidos-, no rebasarán el plano de lo simplemente anecdótico o, lo que es peor, de la demagogia más inadmisible. ¿Cómo se puede pretender la integra­ción en la escuela y la segregación en la vida posterior? Tal vez la diferencia está en que, en el primer caso, se trata de filosofías y, en el segundo, la cosa va de dinero.

Mayo de 1.984