Biografía. Hagamos memoria.

Nacido en La Horcajada (Avila), a los seis años ¡ingresa en el colegio de la ONCE en Pontevedra. Allí, jugando al fútbol, perdió el resto de visión que le quedaba. A los once años, pasó a Madrid, al colegio que tiempo después llevaría su nombre, para hacer el Bachiller, que luego terminaría en el Instituto Cer­vantes. Cursa después la licenciatura de Filosofía en la Universidad Complu­tense, al tiempo que estudia idiomas y trabaja como profesor de inglés de la ONCE, lo que le permite un contacto permanente con las nuevas generaciones, con las que siempre sintonizará de forma especial. Concluida la carrera, pre­para oposiciones para titulado superior del Serem (hoy Inserso) y obtiene el número uno de su promoción.

El paisaje en el que enraíza su actividad socio-política es muy diverso: el aso­ciacionismo de los universitarios ciegos, la sintonía con el mundo de las mi­nusvalías, la inquietud política de aquel momento de cambio en nuestro país… Circunstancias todas que confluyen en dos líneas básicas que orientarán su trayectoria: su compromiso radical con la realidad de los ciegos y de los dis­capacitados en general, y su lucha por la transformación social desde una con­cepción progresista y de izquierdas.

A la luz de esos propósitos, Antonio participa activamente en el movimiento de pro­fesores de la ONCE, que será pionero en las reivindicaciones democráticas den­tro de la entidad; y promueve la edición de revistas sonoras, casi siempre clan­destinas y escasas de medios, que ayudarán también a crear un clima de cambio.

A finales de los 70, se van aglutinando los sectores críticos de vendedores, empleados y profesores, así como de estudiantes y profesionales integrados. Fracasado, por su indisimulado continuismo, el sistema de compromisarios propuesto por la Jefa­tura de la ONCE, es la vía sindical la que sirve como soporte para configurar una representación colectiva que pudiera dialogar con la Administración.

Cuando, en mayo de 1980, se pone en marcha la mesa para la democratización de la ONCE, Antonio -desde la presidencia de APEO, sindicato que agrupa al profesorado más activo- juega un papel decisivo en la negociación del Decre­to 1.041/81, que desbloquea la situación política de la institución mediante la convocatoria de elecciones.

Para concurrir a estas primeras elecciones (celebradas el 19 de enero de 1982) se constituye la Candidatura de Unidad para el Cambio (CUC), encabeza­da por Antonio. Su prestigio personal y su indiscutible capacidad de lide­razgo resulta determinante para que los tres grupos progresistas del primer Consejo General le elijan presidente (abril de 1982). Desde la Presidencia, alcanza acuerdos institucionales con el grupo conservador (enero de 1983) y conforma un pacto del que nacerá, en enero de 1985, Unidad Progresista (UP), grupo al frente del cual logrará la mayoría absoluta en las elecciones de abril de 1986.

Entre tanto, negociará duramente con las administraciones de UCD y PSOE, a fin de garantizar un status razonable para el futuro de la ONCE. Y, sobre todo, promoverá una renovación interna imparable: reformas del Cupón del 84 y del 85, que suponen una expansión económica definitiva para la insti­tución; nueva política educativa, con la apuesta por la integración escolar; nueva estructura orgánica para la modernización de la gestión; definición jurídico-laboral del personal de la ONCE, con la firma de los tres primeros convenios colectivos; integración de 1.200 minusválidos físicos en la venta del Cupón; impulso de una nueva política de servicios para afiliados, con la creación de una red técnica de cobertura estatal; creación del Fondo de Coo­peración con Iberoamérica y apoyo al nacimiento de la Unión Latino-Ame­ricana de Ciegos (ULAC)…

Poco antes de su muerte, el 3 de junio de 1987, deja encauzada la salida al pro­blema de Prodiecu, en un acuerdo con el Gobierno a punto de cerrarse aquella misma fecha, y perfilada la fórmula del Cuponazo, como alternativa comercial a la nueva situación planteada.

Algunos le han calificado como «filósofo, poeta o humorista», quizá con razón. En cualquier caso, todos quienes le conocimos le guardamos el más entrañable recuerdo por su honestidad hasta el exceso, por su humanidad cálida y tole­rante, y por su inteligencia incisiva y clarividente, rasgos que le convirtieron en el factor de equilibrio y en el líder natural de la nueva ONCE.

José Luis Vicente Mosquete