Intervención en la fonoteca, 1986
Intervención de Antonio Vicente Mosquete en la Fonoteca de la ONCE en Madrid en febrero de 1986
Palabras de presentación de Ricardo Gayol
Bien pues ésta es la tertulia de la fonoteca del mes de febrero. Lo que pasa es que el interés del tema nos ha obligado a cambiar la ubicación. En esa pretensión de conjugar lo actual y lo trascendente en las tertulias de la fonoteca, y dentro del marco de las tertulias de carácter tiflológico, nos hemos encontrado con que hay una situación de la ONCE que nos parece que requiere un análisis; porque, como bien sabéis, en los últimos meses nuestra Entidad ha pasado por una serie de circunstancias que se han concretado en la promulgación de dos normas, como han sido las disposiciones adicionales 18 y 20 de la Ley de Presupuestos Generales del Estado de 1986 y el Real Decreto 2385 de 27 de diciembre que reforma parcialmente el Real Decreto 1041 de modificación de la estructura orgánica de la ONCE. Bien, pues la nueva situación que surge de esta normativa que acaba de promulgarse evidentemente nos preocupa e interesa; y por eso hemos creído oportuno dedicar esta tertulia de la fonoteca del mes de febrero al tema. Por eso hemos pedido al presidente del Consejo Antonio Vicente Mosquete que, de una manera personal pero naturalmente desde la perspectiva que da el estar en la presidencia del Consejo que es un observatorio ciertamente privilegiado, tratara este tema esta tarde con nosotros.
Quisiera decir que, me supongo que la presencia en el acto es muy plural, pues que naturalmente estamos en un acto más de la Sección de cultura, en un acto más de la fonoteca, y que tiene un carácter informativo y por supuesto un carácter, como en otras ocasiones, divulgativo y formativo. En este sentido naturalmente quisiéramos remarcar la despolitización de este acto, en el sentido de que vamos a tratar por todos los medios de examinar con objetividad el tema del que se trata. Naturalmente, el conferenciante, el ponente tiene toda la libertad para expresar sus opiniones, pero lo vamos a hacer desde ese marco de análisis objetivo de la realidad. No es un acto de propaganda electoral, tiempo habrá para ellos, y es por tanto un acto más de carácter cultural e informativo. En este sentido espero que también, ya digo: partiendo de la mayor libertad, pero sabiendo un poco en el tipo de reflexión que nos encontramos, espero que se mueva después el coloquio; porque, como sabéis, estas tertulias de la fonoteca tienen fundamentalmente la finalidad de exponer un tema para suscitar un coloquio sabroso entre los participantes. Esperando que así sea, os agradezco la presencia, agradezco de una manera muy especial la colaboración de Antonio una vez más con nuestras actividades y seguro estoy de que su exposición va a ser del máximo interés. Por lo tanto ya le cedo la palabra.
Intervención de Antonio Vicente Mosquete.
Muchas gracias Ricardo y buenas noches a todos. Yo también quiero agradecer de verdad el hecho de que estéis aquí en una tarde tan desapacible como la que hoy tenemos y, después de haber pasado bastante tiempo sin intervenir en los actos organizados por la sección de Cultura, hoy hace más o menos tres años, o en sus comienzos, creo que es para mi una satisfacción el poder contribuir si me es dado con la información de que dispongo y con las ideas que he podido ir elaborando sobre esa información, a suscitar un poco una reflexión entre nuestro colectivo que me parece especialmente necesaria en estos momentos. Cuando yo estuve aquí la vez anterior y también fue en este salón de actos, aunque a mi me gusta más el marco de la fonoteca para este tipo de reflexiones en voz alta; en aquella ocasión la situación de la ONCE era muy distinta a la que tenemos en la actualidad, y al decir muy distinta no quiero decir ni peor ni mejor, quiero simplemente reflejar el hecho de que en 1983 la Organización tenía hacia dentro y hacia fuera una repercusión muy diferente; se nos veía con menor interés y quizá también con menos envidias y entre nosotros mismos tal vez estábamos en un momento pues de consolidación de un proceso de democratización interna, pero no habíamos llegado al punto, creo yo crítico, que hoy, por razón del empuje de esta etapa, nos encontramos. Es decir que mi objetivo hoy va a ser en alguna medida informar, con la claridad que suelo hacerlo, me caracterizo por no guardarme demasiadas bazas, eso probablemente es negativo desde el punto de vista político, pero yo no sé actuar de otra forma. Y en segundo lugar, además de informar y contar lo que sé, suscitar un poco la preocupación y la reflexión de los que estáis aquí. No tengo que repetir que lo que diga lo haré desde una posición personal, en absoluto formularé valoración política alguna sobre comportamientos de grupos, ya ha dicho Ricardo y creo que con acierto que habrá ocasión para ello, pero éste indudablemente no es ni el marco ni el momento; de manera que yo también pediría a todos y les agradecería que nos mantuviéramos en ese nivel de reflexión crítica y dejáramos otras valoraciones para más adelante, por mucho que todos vivamos ya un poco el preanuncio de una campaña electoral. Voy a hacer un repaso muy rápido, no he tenido demasiado tiempo para preparar la exposición, sobre el origen que, me parece a mí, explica tanto el decreto de finales de año 85 como las disposiciones adicionales de la ley de presupuestos. Después, además de diferenciar un poco lo que es el origen remoto y el origen más inmediato, me centraré en el análisis del significado concreto del decreto y de las adicionales en comparación con la normativa anterior que nos regulaba. Y en un tercer momento intentaré recoger una serie de impresiones personales, de reflexiones que a mi juicio pueden enmarcar una discusión sobre la situación actual de la ONCE y lo que nos espera en los próximos años.
El marco general que sitúa y que, creo yo, da origen a las normas sobre las que vamos a tratar viene determinado por una serie de condiciones generales entre las que indudablemente hay que señalar como la de mayor importancia y mayor trascendencia la expansión económica que se produce en la ONCE en el año 84, como consecuencia de la reforma del cupón. Esa expansión económica, ya se ha dicho más veces, supuso el pasar de unas ventas de 45000 millones de pesetas en el año 83 a más de 100000 millones en el año 84; y esa expansión económica vino además marcada por una mayor presencia de la Organización en la opinión pública a través de las campañas publicitarias, pero también un poco porque en aquel año la ONCE fue objeto de boom y fue objeto de conversación popular, cosa que permitió, yo creo, crear esa sensación de boom y consolidar una expansión económica tan vertiginosa, pero al mismo tiempo cambió de plano la Organización, cambió de plano el ángulo de relación nuestro con la sociedad y también con las autoridades. Un tercer elemento de condiciones generales o marco general que hay que tener en cuenta a mi juicio y que, aunque parezca más secundario, creo que ha tenido una importancia bastante grande en lo que ha ocurrido después fuel el relevo en la Dirección General de Loterías a primeros de 1985, en el mes de enero, justamente cuando nosotros iniciábamos otro tipo de ideas de reformas, del Director General de Loterías. Durante muchos años la lotería española, que es un elemento tradicional y cargado de elementos emocionales pues vinculados a lo permanente, había estado regido por una persona, Antonio Gómez, muy prestigiosa, muy prudente y también muy bien predispuesta con respecto a la Organización. Él no creo yo que tuviera una visión de gestor de la lotería en términos comercialistas; era una persona que más bien procuraba el prestigio de la lotería, pero no desde una perspectiva recaudatoria o voraz a ultranzas. Ese relevo llevó a la Dirección General de Loterías a una persona con otras ideas, procedente de otros campos y que, al verse al frente de este monopolio del Estado, pensó que había que conseguir mayores beneficios y mayores recursos para el erario público de este instrumento de recaudación, como es la lotería o los juegos públicos en general. Precisamente coincidiendo con un momento de boom y de expansión del mercado del juego en su conjunto.
Esos tres elementos como coordenadas más generales y, como coordenadas más inmediatas, desde luego tendríamos que referirnos sobre todo a las secuelas que fue produciendo nuestro propósito de suprimir el trabajo los sábados en los trabajadores de la Organización; es decir la idea del sorteo del viernes. Esta idea venía ya buscándose soluciones para ella desde hacía más de un año; lo mismo que la reforma del cupón se maduró en el año 83, la del sorteo del viernes se elaboró durante el año 84; y ya con base a unos estudios que disponíamos más objetivos y más técnicamente fiables. La decisión formal se toma en un pleno del Consejo General el 10 de abril de 1985 y se comunica en ese mismo día al Consejo de Protectorado, no para que apruebe, porque las modalidades de sorteo de la ONCE no necesitaban esa aprobación -tampoco lo necesitó la modalidad de sorteo nacional de la reforma del 84-, sino para su conocimiento, como se envían todos los acuerdos del Consejo. Ese acuerdo durmió el sueño de los justos en el Ministerio de Trabajo, en el Consejo de Protectorado, hasta que, después de celebrarse diversas reuniones sin tener ninguna noticia al respecto, se incluyó en un orden del día a finales de junio del año 85. Cuando se incluye, después de expresar nuestra sorpresa, dejamos ver que ya se habían iniciado planes tendentes a disponer de la tecnología para producir el cupón de los viernes; de tener la campaña de publicidad preparada y ya contratada; y también de haber llegado al acuerdo con los sindicatos en la negociación del convenio de suprimir el sábado como día laborable. Con lo cual prácticamente se hacía ya irreversible en ese momento el planteamiento sobre el sorteo del viernes. No obstante insistimos en que la Administración podía tomar las decisiones que creyera convenientes y la decisión que tomó fue remitirlo a la Dirección General de Loterías con fecha 4 de julio. A finales de julio se nos indicó en el Consejo de Protectorado que existían objeciones por parte de la Dirección General de Loterías sobre nuestro proyecto. En ese momento desencadenamos una ofensiva, desde luego en un momento difícil como es el verano, para llegar a convencer a los responsables en el Ministerio de Trabajo para que defendieran nuestra posición, que en última instancia es la posición del propio Ministerio de Trabajo que había admitido los términos de ese acuerdo entre abril y final de junio, por lo menos tácitamente, y también respecto del Ministerio de Interior y Ministerio de Economía y Hacienda. Esas conversaciones fueron apoyadas con contactos directos con el Director General de Loterías; y cuando nos fuimos de vacaciones, hacia el 10 de agosto parecía que el tema podía llegar a un acuerdo, estableciendo una serie de garantías en la evolución del cupón en el futuro o incluso llegando a negociar el día del sorteo especial. Siempre mantuvimos en todas las conversaciones la tesis de que era ya irreversible el hecho de llevar adelante ese sorteo; sorteo que por otra parte habíamos ya anunciado al nuevo Director General de Loterías cuando en febrero o marzo, no recuerdo bien, le visitábamos para continuar los contactos normalmente cordiales que existían entre la ONCE y la Lotería y que en aquel momento no tuvo él ningún problema y no expresó ninguna dificultad. En el mes de septiembre Loterías retrocede y dice claramente que no está dispuesta a admitir el sorteo del viernes. Lo que ocurre es que para ese momento los informes jurídicos nos aseguraban que no era necesario esa aprobación de Loterías, que el decreto ley que regulaba el juego desde el año 78 establecía que la ONCE, el cupón prociegos, quedaba al margen de la Comisión Nacional del Juego y si se seguía rigiendo por sus normas específicas, y esas normas eran el decreto de 1981 en el que se concedía en exclusiva la explotación del cupón a la ONCE sin mencionar qué tipo de sorteos o con qué límites o con qué condicionamientos. En septiembre hubo un momento de máxima tensión en que se nos amenazó con suprimir la campaña de publicidad, pero finalmente y merced a una posición creo yo muy firme y muy consecuente de la ONCE el tema quedó por lo menos tácitamente permitido. Sin embargo nos dimos cuenta de que ese era un momento de repercusiones ulteriores que íbamos a ir viendo tonel tiempo.
A principios de octubre mantuvimos una reunión con el Subsecretario de Hacienda en la que, de manera clara ya, se indicaba que bueno nosotros no queríamos ganar más dinero con el sorteo del viernes, sino exclusivamente cubrir lo que se conseguía mediante el sorteo ordinario del viernes y el sábado anteriores. Yo creo que fue también bastante negativo el hecho de que coincidiera el lanzamiento del sorteo del viernes nuestro con la promoción del loto, pero eso ya es un problema de coordinación que nosotros advertimos a primeros de año, cuando se lo indicamos al Director del Servicio de Loterías. La primera reacción de la Administración fue introducir, sin decírnoslo a nosotros, unas disposiciones adicionales en el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 1986. Cuando lo conocimos, a través del Boletín General de las Cortes, pues reaccionamos rápidamente pidiendo que, ya que no se había cumplido el compromiso del Gobierno de aprobar una ley del juego controlando y regulando ese mercado y ya que tampoco se había cumplido el compromiso de eliminar las formas ilegales de juego, por lo menos que no se fuera a hacer un control exclusivo sobre el cupón de la ONCE, cuyos ingresos estaba clara su adscripción y que además estaban perfectamente controlados por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
No obstante, el procedimiento ya en ese momento estaba bastante avanzado, la decisión del Gobierno también; intentamos que el Ministerio de Trabajo saliera al paso y defendiera, como responsable de la tutela sobre la ONCE y de que el Gobierno no tenga sólo una visión comercialista oeconomicista sobre la Entidad, sino también que tenga en cuenta sus necesidades sociales; intentamos digo implicar al Ministerio de Trabajo y yo creo que debido a unas relaciones interministeriales complejas, unas relaciones interministeriales pues que probablemente no estén exentas de una jerarquía entre los propios departamentos de Hacienda y Trabajo, la reacción de Trabajo fue un poco verse descubierta por no haber sido capaz de controlar o haber permitido haber permitido que el sorteo del viernes hubiera ido adelante teniendo los mecanismos que le concedía el Decreto de 1981. Esa peculiar situación, yo creo bastante poco seria, en el sentido de poco política, poco madurada, dio como resultado el que el Ministerio de Trabajo, de acuerdo con un escrito que se dispone en el Consejo General de 24 de octubre, nos comunicara que su intención era rehacer el Decreto de 1981 , modificarlo tal y como ya estaba previsto y que en esa modificación se considerara que la tutela tenía que garantizar esos elementos de carácter económico
Que al Estado en ese momento, al Gobierno le interesaban respecto de la ONCE. Entonces en ese momento confluyen las Adicionales y el Decreto y se empiezan a manejar las dos normas como un instrumento de control del cupón de la ONCE, que ya no se quería que siguiera creciendo, y también como un instrumento de control ordinario férreo de la actividad económica de la Entidad, un poco en retroceso con los compromisos del Ministerio de Trabajo que eran de un control más global, de un control más genérico y de un funcionamiento más autónomo de la Organización. Pero efectivamente la posición del Ministerio de Economía y Hacienda y de la Dirección General de Loterías habían hecho su efecto y el Ministerio de Trabajo no había modificado su óptica ni sus compromisos.
Bueno, lo que ha ocurrido en las posiciones mantenidas por la Organización, creo que no es el momento de valorarlo ahora. Simplemente, sí creo que es necesario decir que nos ha llevado a una situación mucho más estrecha de control por parte de la Organización. Y ahora voy a pasar a analizar el significado concreto, primero del Decreto de finales del 85 y después de las Disposiciones Adicionales. Dejo el proceso interno para el momento en que sea posible hacer valoraciones de carácter político y que otros grupos puedan hacerlas también al mismo tiempo que nosotros.
El significado del Decreto, yo creo que podemos analizarlo en dos apartados: primero lo que puede haber de abances en el decreto, que yo creo que puede circunscribirse a tres aspectos: en primer lugar, como sabéis, el nombramiento del Director General, antes delgado General, ya no va a hacerlo a partir de ahora el ministro de Trabajo, sino que lo hace directamente el Consejo General. Esa es una pequeña ventaja puesto que evidentemente ahora el ministro de Trabajo había nombrado al primero de la terna de las propuestas presentadas por el Consejo General y es difícil pensar que puedan ocurrir otras alternativas, pero en todo caso es preferible que eso dependa exclusivamente del Consejo General. Segundo avance: los recursos y reclamaciones que antes se enviaban contra actos de la ONCE al Consejo de Protectorado ahora ya habrá de verlos y conocerlos y resolverlos el Consejo General, excepto cuando se trata de reclamaciones por cupones premiados de más de un millón de pesetas, de valor facial o de cuestiones relativas a afiliación. Tercer avance: las plantillas que hasta diciembre del 85 estaban en su aprobación supeditadas al Consejo del Protectorado, ahora pasan al Consejo General, aunque supeditadas al límite presupuestario; con lo cual el margen de maniobra es pequeño, pero indudablemente es otro pequeño avance.
Retrocesos:
En el capítulo de retrocesos el más importante sin duda es el relativo al cupón. El cupón hasta el Decreto de 27 de diciembre del 85 no tenía otros controles por parte de la Administración que los que se ejercían mediante la aprobación de presupuestos, pero el presupuesto de ingresos no era limitativo, como no lo puede ser en ninguna entidad; el gasto sí pero el ingreso si se consiguen más ingresos a nadie le molesta eso. Bien, pues a partir de ahora y de acuerdo con una de las letras más mortíferas del decreto nuevo, todos los términos, condiciones, características modificaciones, cuantía, frecuencia, formato del cupón de la ONCE deben de ser aprobadas por el Consejo de Protectorado, previo informe del Ministerio de Economía y Hacienda, que es ya juez y parte, como es lógico, en esta guerra. Ese es un elemento de control, yo creo que desde luego muy importante y que cambia radicalmente las posibilidades de margen de maniobra que la ONCE tiene con su instrumento de financiación.
Un segundo elemento de retroceso es que el Consejo de Protectorado, que antes ejercía la tutela de la ONCE sólo a través de representantes del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, con lo que parecía que la tutela era fundamentalmente una tutela social, pues el Consejo de Protectorado ahora queda ampliado con la presencia de representantes del Ministerio de Presidencia, Interior y sobre todo Hacienda. La presencia de Hacienda tiene un marcado carácter de control sobre el cupón para reforzar en todo caso y ejercer de manera directa la gendarmería sobre un juego público que en este caso, en tanto se es capaz de controlar el conjunto del mercado del juego, pues ya se puede ir controlando.
Un tercer elemento de retroceso
, éste a mi juicio clave. Se crea un gabinete técnico de apoyo al Consejo de Protectorado. No es que estemos en desacuerdo con que la Administración cree la estructura que crea conveniente para ejercer sus funciones, máxime si la paga la propia Administración. Pero lo que sí estamos bastante convencidos es de que unas competencias tienen un valor X y tienen un valor X multiplicado por N cuando se ejercen mediante una estructura técnica bien dotada y que está únicamente justificada en la medida que ejerce ese control. En el proyecto de Orden Ministerial que acompañaba borrador de Decreto que nos entregaron al principio, ese gabinete venía definido con 25 negociados; la Delegación General en su estructura actual o la Dirección General no los tiene. De manera que es crear una superestructura prácticamente igual o superior a la que utilizamos para gestionar toda la ONCE para ejercer unas funciones de control. A nuestro juicio, y esto nos preocupa, de confirmarse ese diseño de estructura orgánica, entraríamos en una dinámica de enfrentamiento casi inevitable entre dos estructuras muy potentes y muy bien dotadas que pugnarán por decidir y resolver y gestionar las actividades de la Organización.
Esos tres elementos en su conjunto, los de retroceso me refiero, creo que hacen que la valoración del Decreto sea negativa y que nos hagan lamentarnos de que este Decreto sea peor que el del año 81 y lo tengamos que ver de nuevo como un elemento transitorio indudablemente . La experiencia va a demostrar, yo estoy seguro de ello, que únicamente es posible un funcionamiento de la ONCE ágil si la Administración ejerce un control global sobre los aspectos de verdadera importancia, marcando los límites presupuestarios, estableciendo auditorías, controlando pero no interfiriendo en el día a día del funcionamiento de la Organización. Y eso no quiere decir que la Administración pierda ni un ápice de su control, pero sí quiere decir que la gestión ordinaria se responsabilice a los órganos internos y de esa manera podamos después rendir cuentas y ser responsables. Si la estructura del Decreto actual , el anterior me refiero de la legislatura que hemos vivido en su mayoría con el Decreto 1041/81 ya ha sido muy difícil de manejar porque había competencias fuertes de gobierno tanto en el Consejo general como en el Protectorado y sólo con un esfuerzo de buena voluntad y de consenso permanente hemos podido avanzar, desde luego este Decreto es menos funcional , menos lógico y sobre todo políticamente más contradictorio ; porque hay que decir que el Gobierno socialista y el Partido Socialista se había comprometido a justamente lo contrario de lo que ahora ha hecho. No hay que ser simplistas porque la reacción del Partido Socialista y del Gobierno obedece a una realidad que, a mi juicio, es la que hay que tener en cuenta en este momento. La realidad de que la ONCE de 1985 no es ni mucho menos la ONCE del 82; es una transformación tal, la veamos o no desde dentro o la pretendamos capitalizar unos u otros, yo creo que no es una cosa capitalizable por nadie; ni siquiera digo que sea mejor, pero la ONCE de ahora es tan diferente a la de 1982 que los compromisos que el Estado o el Gobierno o el Partido del Gobierno adquirió con respecto a la de 1982 nos duele, pero no nos puede sorprender que ahora no los mantenga.
Las disposiciones adicionales: yo creo que hay que considerar que el mercado del juego es un mercado en nuestro país en una expansión verdaderamente desorbitada en los últimos años. Se ha repetido con frecuencia esto de que somos el tercer país del mundo en volumen global de juego; que el 15% de la renta familiar en España se dedica a juego; que en 1985 se calcula que se han jugado en España tres billones de pesetas. Es decir, todas estas cifras creo que dan una prueba de lo que efectivamente significa el mercado del juego en España. En vez de haberlo regulado como su importancia macroeconómica exigía y como había sido el compromiso político , por razones de dificultades de intervención en un mercado con grandes intereses económicos o por razones de dificultad política también de llegar a acuerdos con las Comunidades Autónomas, no ha salido la ley del juego y no va a salir en esta legislatura y sin embargo el Gobierno se dio cuenta en el año 85 de que tenía que dar algún paso, aunque fuera tibio, para controlar por lo menos la franja ilegal del juego, que se calcula que puede suponer un valor , un coste en el año 85 de 50.000 millones de pesetas. Bueno, pues al mismo tiempo que hizo eso, y por las presiones del Ministerio de Economía y Hacienda y de Loterías, introdujo dos disposiciones adicionales especialmente dedicadas a la ONCE. Una, según la cual todos los sorteos de la Organización o modificaciones de los mismos sobre los que existían en el primer semestre del 85 tenían que someterse, puesto que están exentos de tasa fiscal sobre el juego, a la aprobación del Ministerio de Hacienda. Y otra por la que el Consejo de Ministros, nada menos, debe aprobar todo lo concerniente a los formatos, a los términos, circunstancias, características, frecuencia, etc., del cupón de la ONCE. Estos dos controles importantes eran en realidad los mismos que se ejercían en la letra a la que me referí antes del texto del Decreto del 85.
Hecho este rápido repaso, voy a hacer alguna valoración sobre lo que, a mi juicio, puede ser el necesario esfuerzo que hay que hacer por estabilizar la ONCE, negociar la estabilización de la ONCE, y de la ONCE actual, de la ONCE del 84 y 85, de la ONCE de la expansión. ¿Cuál ha sido el salto que se ha producido durante estos tres o cuatro últimos años? En primer lugar el salto de los ingresos: no voy a referirme a él, es obvio y el mercado del juego que cubrimos es hoy mucho más importante que el que cubríamos en 1982. En segundo lugar el salto cualitativo que la Organización ha dado en cuanto a su imagen exterior. En tercer lugar el salto, muy importante, que supone haber incrementado la nómina de sus trabajadores en 4000 más. En cuarto lugar el salto, creo que también muy importante, que se ha dado en esta etapa de garantizar o capitalizar, al menos en una parte importante, las obligaciones de previsión social que situaban a la ONCE del 82 en franca banca rota en cuanto a estas obligaciones y que en el año 85 por lo menos nos permiten vislumbrar el horizonte del futuro con más serenidad y garantizar las pensiones ya causadas. Sobre este salto cualitativo han operado dos fenómenos que nos afectan: el mercado del juego y la situación de los minusválidos. ¿¿Cómo han operado?
Pues al mercado del juego de alguna manera ya me he referido antes: el valor macroeconómico de ese mercado; el hecho de que la fiscalidad que se ejerce sobre el mercado que en su 80% está en manos privadas sea muy pequeño; el hecho de que haya una gran franja de ilegalidad sin controlar, el hecho de que el Estado, el Gobierno se haya destapado con una voracidad en la creación y ampliación de sus formas de juego públicas; en fin, el hecho de que todo lo que se había prometido en materia de juego se haya incumplido. Estos fenómenos, creo yo, se proyectan sobre lo que es la ONCE de 1985 y producen el efecto del control que se ha pretendido ejercer mediante las Adicionales y el Real Decreto.
Una cuestión que siempre ha afectado a la Organización y que yo creo que se ha manejado siempre con cuidado y quizá no con demasiada transparencia: el tema de los minusválidos. Se ha dicho que los ciegos son un grupo privilegiado y siempre hemos rechazado esa imputación en cuanto se pudiera referir a privilegios respecto a los ciudadanos, pero evidentemente hay una realidad que en comparación con otros sectores de minusválidos los ciegos disponen de una estructura institucional y de unos medios económicos importantes, y esa es una realidad. Por lo tanto tenemos que fijarnos cómo está el sector de minusválidos para valorar su efecto y su influencia en esta ONCE de 1985. La realidad del país en cuanto a los minusválidos es muy triste y a la vez muy clara: el empleo de minusválidos en el mercado ordinario es prácticamente irrelevante pues puede reducirse a pocos millares, que prácticamente permiten decir que la ONCE ha colocado más que se colocan en ningún otro sitio, en el cupón me refiero. La realidad de los minusválidos desde el punto de vista económico: pues igual de lamentable, hay que decir que a pesar de los compromisos de la Ley de Integración Social de Minusválidos, el subsidio de garantía de ingresos mínimos sólo alcanza a 4.000 minusválidos en 1985 y en cuantías que para 1986 son 14.000 pesetas; y para gente que no tiene verdaderamente medios de subsistencia. Es decir, la situación económica y laboral de los minusválidos puede calificarse sencillamente de mísera, sin miedo a ser demasiado drásticos ni exagerados. Esto ha coincidido y confluido con la situación del mercado del juego en el fenómeno Prodiecu; y el fenómeno Prodiecu que no ha sido aislado, sino otras rifas también ilegales que han proliferado a lo largo de este tiempo. Y eso es un fenómeno que en la anarquía del mercado del juego y en la miseria de los minusválidos ha permitido la instalación y la expansión de un sistema que podemos calificar, con datos y pruebas, de verdaderamente mafioso y que utiliza a los minusválidos como una manera de legitimar lo que verdaderamente no tiene legitimación alguna. Pero el fenómeno Prodiecu hay que verlo en la situación actual como un resultado de la actitud del Gobierno, incapaz de regular el juego e incapaz de resolver el problema de los minusválidos. ¿Es que el Gobierno ha admitido el fenómeno Prodiecu abiertamente? No. El Gobierno simplemente, y a la vista de la presión social, que no resuelve, de los minusválidos, ha permitido de alguna manera que se vaya ampliando la sensación y la impresión y la experiencia para muchos minusválidos de que el juego resuelve la vida y la subsistencia. Y eso lo ha hecho a un grupo verdaderamente fraudulento, y que está amasando dinero y blanqueándolo, y sacándolo del país. ¿Por qué ha tomado esta actitud? Podía haber dicho el Gobierno: no, ahora vamos a legalizar una asociación de minusválidos a la que concederemos un juego y que controlaremos como se controla a la ONCE; no ha hecho eso. Sencillamente porque en 1985 y un Partido Socialista no podría presentar ese tipo de soluciones, no podría presentarlas. Pero ha dejado que el Fenómeno Prodiecu se extienda y que haya muchos minusválidos que tengan ya esa sensación de que mediante el juego pueden salir de la miseria; una experiencia realmente sin retorno; una vez que se tiene es muy difícil frenarla; sabiendo, como hemos insistido tantas veces, que de no atajarlo a tiempo es políticamente difícil de atajar, cuando se consolide y cuando se utilicen los recursos económicos para una presión política que desde luego ya hemos visto que se inició y que se va a producir con más dureza en los próximos meses. Sin embargo el Gobierno, aduciendo que no tenía instrumentos legales para ello, pues no lo ha atajado. Mientras tanto se ejercía una presión muy fuerte desde toda la legislatura pero, desde luego, desde 1984 para que la ONCE incorporara minusválidos. Claro, la ONCE que en 1982 tenía 12500 vendedores, 3000 de ellos minusválidos, al conseguir la expansión económica que se produjo en 1984, indudablemente tenía que pensar en incorporar minusválidos por un principio de solidaridad; y así se pensó, pero la incorporación de los minusválidos a la ONCE debe hacerse siempre partiendo de unas condiciones generales que garanticen el mercado del juego y de unas condiciones generales que garanticen el mantenimiento de la ONCE como Organización y Asociación de ciegos: y esas garantías no se han podido conseguir hasta la fecha. Sin embargo, hemos dado el único ejemplo, porque la lotería no ha empleado que sepamos a minusválidos ni el Estado a través de sus juegos públicos, de ampliación de mil puestos de trabajo para minusválidos, en unas condiciones que nos parece que no son peligrosas, desde luego, para la Organización ni para los afiliados; pero que indudablemente marcan el único ejemplo de solidaridad con este sector. Bueno, pues la presión ahora se hace mucho más intensa sobre la Organización porque se plantea en términos de: ahí está Prodiecu, por una parte Prodiecu no se elimina, si no admiten ustedes minusválidos ¿que vamos a hacer con los que ya han saboreado la manera de la subsistencia a través del juego? Es una situación de ambigüedad que, a mi juicio, exige por nuestra parte madurez y unidad, y también exigir al Gobierno un planteamiento político coherente, el que sea. Si quieren crear un juego para minusválidos, pueden hacerlo, que se legalice, que no se toleren mafias. La ONCE, si ha de admitir minusválidos, ha de admitirlos en unas condiciones perfectamente aclaradas y que no supongan la desvirtuación de lo que es nuestra Asociación o nuestra Entidad. Y esas condiciones no se quieren aclarar. Yo creo que, entre otras razones, porque el tema de minusválidos y el tema de la ONCE sigue siendo un tema marginal al que no se presta suficiente atención y que se resuelve por impulsos, más o menos irracionales, pues que corresponden a un nivel anecdótico de la política de este país.
¿Cuál es a mi juicio la situación en la que se encuentra la ONCE en este contexto? Pues en primer lugar yo creo que nos han perdido el respeto como grupo social. Como consecuencia de los últimos acontecimientos, yo he vivido durante tres años largos la posición de la ONCE respecto a distintas Administraciones y siempre se han tenido muy en cuenta nuestras posiciones; y a una oposición abierta y firme de la ONCE por lo general era difícil que se respondiera desoyéndola absolutamente o despreciándola por parte de la Administración. Siempre se buscaba un acuerdo. Sin embargo, creo que en este momento y en lo que va de año, debemos decirlo con claridad, y debemos ser conscientes de ello, no tenemos ninguna capacidad reivindicativa. Nos han perdido el respeto y hemos perdido nuestro propio autoconcepto; como grupo que no quiere el enfrentamiento, pero sí quiere una posición de firmeza y de clarificación. En segundo lugar yo creo que la presión social que se está ejerciendo y la presión de la Administración está siendo en estos últimos tiempos muy fuerte; precisamente porque conocen la situación interna de la ONCE y porque estamos en un proceso preelectoral. Ya sabéis que el presupuesto de la Organización no está todavía aprobado. Nos ha sorprendido este momento en una circunstancia que, bueno, era real durante toda la legislatura de no existir mayorías en el Consejo y que ha ido que ir construyendo día a día y tema a tema; pero en este momento se ha agudizado: no hay mayorías en el Consejo y eso provoca una situación de vulnerabilidad interior que facilita estas circunstancias. Y sobre todo, creo que nos pilla en un momento en que no están aclaradas las coordenadas de la ONCE en el futuro; de esta once que es muy distinta a la del 82, como he repetido varias veces.
¿Qué es lo que tenemos que procurar? A mi juicio, una clarificación interna para conseguir la estabilización negociada de la ONCE del boom, la ONCE actual; una clarificación interna que, desde luego se va a producir en el proceso electoral, en un proceso electoral que tiene que ser muy distinto y mucho más maduro que el del año 82; entonces no había habido capacidad para ejercer responsabilidades en muchos de los que se presentaban, hoy creo que hay datos suficientes para valorar positiva y negativamente lo que se ha hecho o lo que no se ha hecho. Entonces vamos a asistir a una fase de clarificación en que probablemente se depurarán las representatividades; perderemos, creo yo, lógicamente algunos elementos que son propios de un primer momento democrático; creo que debemos perder en palabrería; debemos ganar en ideas, en propuestas serias; y sobre todo, hacer un proceso de clarificación sobre las ideas y las alternativas que cada uno tiene. Ese proceso de clarificación va a permitirnos enfrentarnos a la negociación, a la estabilización negociada de la ONCE. Creo que también tenemos que ir, lo que tantas veces hemos dicho, a una reducción de la politización, entendiendo ésta como el que en la Organización distingamos dos planos muy claramente: el plano de la gestión ordinaria que ha de ejercerlo quien tenga la mayoría para ello y el plano de los temas de fondo que deben ser siempre consensuados , sea cual sea la mayoría, porque las cuestiones de fondo: si se meten minusválidos o no; si la franja del juego está asegurada o no; si la Organización tiene una relación, un control de la Administración X o Z; todos estos aspectos deben ser objeto de una discusión interna y un consenso necesario para que sean permanentes. Y creo que ahí no caben opciones; no caben opciones políticas, no existen. Estamos viendo que no existen en la práctica en el Consejo General respecto a la Caja de Previsión, respecto al tema del juego, respecto al tema de Prodiecu, respecto a estas cuestiones fundamentales no existen alternativas muy distintas; habrá matices. Por tanto, distinguir el plano de la gestión ordinaria que debe ser operativo y que debe estar en manos de quien tenga la mayoría del plano del consenso en los temas de fondo. Queremos profundizar en la superación de la influencia sindical en las cuestiones de Gobierno de la Organización. El plano sindical ya tiene su marco, tiene sus reglas de juego y está circunscrito a ese marco del Comité Intercentros y de la actividad laboral. El otro plano: el del gobierno de la Organización es el de los afiliados, que no es sólo el de los 10000, 11000 trabajadores ciegos que además de afiliados están ligados laboralmente a la Entidad.
Siempre que garanticemos, en esa estabilización negociada, una franja del juego firme para la ONCCE, que parta del nivel del mercado conseguido a final del 85, que asegure que la participación de los minusválidos está controlada y no va a ser una presión de este año unos, al año que viene otro bloque, hasta desvirtuar a la ONCE; que se garantice una estructura de funcionamiento que sea racional, que no nos haga perder energías constantemente en discusiones con unos y con otros, que no mezcle la gestión con el gobierno, el gobierno con la tutela, etc. etc.
Y eso creo yo que lo vamos a poder conseguir en la próxima legislatura porque en la próxima legislatura debe haber o lo vamos a conseguir, al decir lo vamos a conseguir digo entre todos, debe haber un proceso de consolidación , hemos hecho la expansión , ahora hay que consolidar los logros y hacer las cosas mejor; en vez de hacer tantas cosas, hacerlas mejor; y corregir los errores que se han cometido en esta etapa, errores algunos debidos a la inexperiencia y muchos debidos también al ritmo, quizá vertiginoso de reformas y modificaciones que hemos querido emprender. Hemos demostrado empuje en esta etapa y hemos demostrado también no poca inexperiencia. Y ahora es el momento de consolidar y mejorar cualitativamente lo que hemos hecho hasta aquí y conseguir que la ONCE del boom pueda ser una realidad permanente y viable para el próximo futuro.
No sé, creo que es preferible abrir un debate al respecto. A mi sí que me gustaría decir que la ONCE que recibimos y la ONCE QUE vamos a dejar al final de esta legislatura sigue teniendo potencialidades de futuro; que sin embargo estamos ante un reto histórico porque su situación es, desde luego, peligrosa por las coordenadas a las que me he referido , del juego de minusválidos y en general. Pero que, sobre todo, si somos capaces de pasar del ataque personal a la aportación de ideas; de las palabras, que nos sobran entre nosotros, al trabajo; de los insultos al análisis y a las propuestas concretas; de dejar de hacer del gobierno de la ONCE un misterio de una élite para hacer llegar la realidad de nuestros problemas a todos con la mayor claridad; de superar las fases del enfrentamiento entre grupos y pasar a la reflexión colectiva más serena; yo estoy seguro que a pesar de todos estos problemas, y lo digo desde un escepticismo que me caracteriza, y desde un cierto cansancio personal, creo que todavía es posible creer en nuestra fórmula institucional, creer en la ONCE, creer en la pujanza y en la capacidad de autogobierno de los ciegos y hacer posible que mejoremos nuestros niveles de autonomía y nuestros niveles de integración en el próximo futuro, en lo que nos queda después de estos 50 años que la ONCE está a punto de cumplir; una ONCE que hemos hecho entre todos , pero entre todos no en esta etapa , 50 años de vida que casi tiene ; muchas veces con nuestro empuje y muchas veces a pesar de nosotros mismos. Pero que indudablemente representa hoy para muchos sectores que nos contemplan desde fuera una realidad incuestionable; llena seguramente de contradicciones, pero también llena de virtualidades que creo que no debemos tirar por tierra y que no se va a tirar por tierra si la mayoría profundiza, o profundizamos, y vamos madurando en nuestra capacidad de diálogo interno y de profundización en los problemas que tenemos. Y si el moderador lo considera oportuno, podíamos pasar a abrir un turno de intervenciones.
Nota.
Este texto se ha trascrito de una grabación en cinta casete. A continuación tiene lugar el coloquio, pero no se escuchan las preguntas del público, sólo las respuestas de la mesa.